Cuando nos trasladamos a vivir a l' Eixample nunca pensé que tan cerca de mi encontraría un tesoro como este. Explorando el barrio casi me tropecé con este pequeño-gran hotel, el Villa Emilia.
Está situado en la esquina entre la Calle Diputació y la Calle Calabria. Sus cristaleras dejan ver claramente una decoración de lo más particular que le da una personalidad única. Sin el respaldo de ninguna cadena hotelera, este hotel tiene un sello de identidad propio. Todo en el es especial, las ruedas de bicicleta con las que se mueven sus ventanales, la mezcla en su mobiliario, piezas del siglo pasado con lo último en diseño, el piano de cola y las ya clásicas lámparas Artemide.
Pero el gran tesoro se encuentra en la planta más alta del hotel. Su terraza es uno de esos lugares que no te puedes perder. Lejos de la oferta de concurridas terrazas del Paseo de Gracia y sus alrededores, ésta tiene el encanto de ser visitada solo por aquellos que la conocen bien y quizá, como la que escribe, la descubrieron por casualidad o tienen el privilegio de estar alojados en el hotel. Este lugar también tienen estilo propio, fijaros en el mensaje de esta pizarrita!
Las cosas buenas necesitan un tiempo, el buen servicio también. Por favor sentaros y relajaros, ahora estáis en el Hotel Villa Emilia. |
También hay pizarras en la plantas con frases como: "Soy una yuca y bebo todos los martes". No me digáis que este tipo de detalles no hacen que un sitio sea realmente especial!
Versión de noche y de día |
El personal de este hotel genera " buen rollo" y eso siempre te hace sentir mucho más a gusto; es gente joven y simpática sin mucha experiencia pero sí con muchas ganas y una buena sonrisa, y eso, creedme, siempre es un plus!
Mis recomendaciones: el brunch de los domingos, las barbacoas de verano y una tarde escuchando el piano junto a una buena copa de vino tinto.
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